Una nueva ola rompe el silencio de tu morada
¿Acaso tu pecho enchido
no se llena con mis espacios?
Eres el hombre oscuro
que me llamó a la tierra.
Cada cubículo de la colmena
contiene una miel pura
que gotea despacio,
abriéndose camino
sin recorrer los detalles.
Estallando en el vacío de tu luz
y de la mía también.
Mientras los orates
deliran en sus cuevas,
el humo de mi voz
se desenvuelve en volutas caprichosas.
Perdiéndose, encontrándose en la nada.
¿No son las nebulosas pasajeras?
¿Es trascendente una gigante
supernova en el infinito?
Dime si existe algo definitivo
y yo te mostraré el espiral
que desciende abruptamente
desde mi espalda
hasta el ocaso de mis ansias.
Y te mostraré la gloria del lobezno
que vuelve a su madriguera.
Y te mostraré los pasos vacilantes
del hombre que vimos sentado en la vereda
tantas veces, demasiadas siempre.
No muerdas el desconsuelo,
no cierres los ojos, mira.
Acechamos a la espera de algo,
estamos al borde...
Los límites se desvanecen ligeramente.
¿Veremos, ya, otro amanecer
de gentes agotadas y vacías?
Es el asfalto y el hierro
que lo enmascaran todo.
Lo extraordinario,
lo único cierto que llevamos dentro.
Es la intención del desierto
de ser océano de luz,
lo que fascina el espíritu
no es la luz de las arenas lisas,
ni de las dunas, no, no es.
Así las lunas decrecen menguantes.
y se iluminan crecientes.
Es, finalmente, una brizna de polvo de galaxia.
Es insensato no creerlo así.
1999
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